PRIMERA CRITICA DE PETRONA



TEATRO-DOÑA PETRONA

PRECEPTOS CULINARIOS Y ENTRAMADOS FAMILIARES




Buenos Aires, 31 de mayo (Télam).- La pieza “Petrona, una delicia teatral”, escrita y dirigida por Mariano Dossena, respeta los textos de "El libro de Doña Petrona" redactado por la cocinera en la década del 30 y los nutre de una intencionalidad teatral que revela la trama de emociones implícitas en el acto de alimentar a otro.
La obra se centra en las páginas iniciales del volumen que atesoran las “Indicaciones generales sobre el comedor, la mesa y su servicio” para narrar los preparativos de una cena, sin apartarse nunca del registro instructivo.
Los textos encuentran en la dúctil labor del elenco y en el lúdico rumbo marcado por Dossena un marco apropiado para generar una experiencia donde lo corporal y la gestualidad de cada personaje pueden transformar -por ejemplo- las instrucciones para lavar algún utensilio, en una situación de seducción.
”Belleza y valor” son dos conceptos que insisten desde la puesta y son repetidos a modo coral por los actores, como una suerte de recordatorio al público sobre las cualidades que signan la buena mesa y pueden convertir a un sabroso plato en una obra de arte efímera.
La escenografía, de apariencia simple, ofrece detalles que subrayan el clima de un hogar de antaño, donde los manteles, los pequeños adornos y el antiguo teléfono, apoyado sobre una mesita, devienen claves para marcar cómo el vértigo de la actualidad puede barrer con los detalles que dotan de calidez al universo doméstico.
El acento de la dirección parece centrarse en revelar –sin desdeñar el humor como condimento- las pasiones ocultas en las pequeñas noblezas y miserias encerradas en los quehaceres aparentemente nimios de la cotidianeidad.
La dinámica del trabajo corporal de los once actores los convierte por momentos en una suerte de bloque de comprometidos activistas de la buena mesa y, en otros, conduce al lucimiento personal de algunos, como la expresiva María Lizza, o los encantadores Juan Carlos Imbrogno y Juan Pablo Parigini.
El espacio de la sala del centro cultural donde se realiza la obra se transforma en un ingrediente más de la trama, ya que aporta desde lo arquitectónico la presencia de una puerta ventana que permite atisbar un patio y dota a la historia ciertos matices oníricos.
Los aportes musicales que enmarcan ciertas escenas flexibilizan el tono explicativo y evitan dispersiones, especialmente cuando suena “Luna de miel en Puerto Rico”, por el Cuarteto Ruffino, que parece remitir a la cortina del programa televisivo “Buenas Tardes, mucho gusto”, donde reinaba Petrona en 1960.
La fragilidad de los vínculos interpersonales parece subrayarse por el tono imperativo, casi escolar de los textos que, de todos modos, alivian su carga dramática y “Petrona…” cobra dinamismo gracias a las situaciones donde impera una comicidad cercana al absurdo.
La obra convida sus sabores durante una hora y cuenta con un acertado diseño de luces a cargo de Claudio Del Bianco y un vestuario y escenografía realizados por Nicolás Nanni, quien tiene en cuenta, con sutileza, la estética nacional propia de décadas pasadas.
El público es convidado con un plato de ñoquis caseros y un medallón de chocolate artesanal al finalizar cada función, un gesto respetuoso hacia la figura de aquella ecónoma, pionera en revelar sus saberes frente a las cámaras, cuyos herederos, Marcela y Alejandro Massut contribuyeron con anécdotas y recuerdos al montaje de la pieza.
Las funciones de “Petrona, una delicia teatral” se realizan en el Centro Cultural Inboccalupo (Virrey Arredondo 2495), los sábados a las 21. (Télam).-

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